Ahi estaba de nuevo Carmelita sentada en la orilla de su cama. Su mano izquierda cubre parcialmente su rostro anegado en gruesas lagrimas que resbalan lentamente, mientras que con la derecha intenta calmar el intenso dolor que siente en la parte superior de su brazo contrario, el cual empieza a teñirse ya a lo largo y ancho de un morado intenso oscuro. Ese golpe es el que menos le preocupa, porque sabe que los puntapies recibidos en su torso pudieron haberle ocasionado otra vez una fractura que de nueva cuenta tendria que disimular que no existia, peor aun: no sentia. Ya eran demasiadas palizas recibidas y aguantadas en silencio, y la tristeza, el dolor y la impotencia se multiplicaban al doble.
Fue entonces que se escucho un ruido, volvio la cabeza espantada; pensar que tal vez habia regresado de nuevo Ramon le ocasiono una sensacion intensa de angustia y vertigo imposibles de dominar.
"¡Dios has que se vaya, que no sea el!" - suplico ardientemente dentro suyo. La puerta del dormitorio se abrio lentamente y junto con ella entro casi sin sentirla, la figura larga y delgada de una mujer que se quedo en el marco de la misma apoyando su cuerpo y sin decir ninguna palabra.
¡Que molesto era! A cualquier otra persona podria haber soportado ver, menos a ella. ¡Y lo que faltaba! paradota ahi como estatua, inerte, casi sin oirla respirar y sin hacer expresion alguna.
Eso era lo peor, verla inmovil, solo de pie, observandola fijamente, como solia siempre hacerlo cuando llegaba a visitarla. Y sin modo alguno de seguir fingiendo que no la habia notado.
"¿Que quieres?"- pregunto de repente y hasta ella misma se sorprendio de oirse tan fria, tan dura, tan llena de enojo, hasta el dolor de su cuerpo se le olvido por un instante.
"Tu sabes" - le respondio la misteriosa mujer casi oculta en la penumbra de la habitación, con un tono casi cansino, como arrastrando cada palabra.
Carmelita se quedo callada, la verdad es que no sabía ni como responderle. Aquella mujer se habia convertido en una visitante asidua despues de cada golpiza que le propinara su marido.
Desde la primera golpiza hacia ya varios años, casi despues de haberse casado. Bien que lo recordaba, ¡Como olvidarlo! aunque cada noche al cerrar sus ojos, deseaba con todas las fuerzas de su alma hacerlo, sentir que cada golpe, cada insulto se desvanecian como humo y se elevaban al cielo y desaparecian. Pero no, ahi estaban los recuerdos, los moretones, la humillacion y el dolor.
Y despues el sermon que no podia faltar. Porque solo para eso venia ella, para decirle, mas bien, para restregarle en la cara como era posible que siguiera aguantando a Ramon.
"Ya hace mucho que deberias haberlo dejado" - le decia vez tras vez - "¿Hasta cuando soportaras otro golpe mas? ¿Hasta que te deje tirada en la cama de un hospital? ¿Hasta que te mate?"
Total, ¡que mas daba!, si seguia ahi no era por gusto, ¡no, claro que no, la Virgencita no lo permitiera! Estaba porque asi le habian dicho su madre, sus comadres, sus cuñadas, hasta el sacerdote que la confesaba cada Domingo.
"Te tienes que aguantar Carmelita, acuerdate, es tu esposo y tal como juraste ante el altar el dia que te casaste tienes que cuidarlo, respetarlo y soportarlo hasta que la muerte los separe".
"Mmmm, hasta que la muerte..., no es tan mala idea" penso entre si Carmelita "Y si un dia ya no despertara, dejara de respirar ¿que pasaria?". "Ni te hagas ilusiones" - le dijo de repente ella, como si hubiese adivinado sus pensamientos - "Perfectamente sabes que eso no va a ocurrir, es mas facil que mañana te encuentren a ti sin vida en un charco de sangre, a que este infeliz se muera". Tenia razón, y como odiaba que la tuviera.
Fue entonces que Carmelita tomo fuerzas y se levanto por fin de la cama, y empezo a caminar alrededor de la habitacion y en cada vuelta que daba, le llegaba como un flashazo de camara un recuerdo borroso, una cara conocida; era como si su vida desde que era niña, se le presentara de pronto como una de aquellas peliculas de matine que solia ver en el cine de su pueblo los Domingos.
Y luego, en el colmo de todo, comenzo a escuchar voces, algunas le decian: "Ya estuvo bueno, fue suficiente, ni uno mas" sin embargo, otras le susurraban "¿Y que piensas hacer despues? ¿No ves que eres una inutil? Nadie te va a ayudar, ni tu familia, ni tus amigos, todos te van a dar la espalda. Tu deber es aguantarte, no hay de otra".
Asi se quedo un rato caminando mientras pensaba, y con cada pensamiento sentia como si algo la oprimiera, la asfixiara mas y mas. Hasta que ya sin casi poderse sostener sobre sus pies, se detuvo, y volviendose y dando un giro sobre si misma, quedo de frente a la mujer que seguia aun ahi sin moverse, sin decir nada. Comenzo a caminar acercandose a ella sin prisa, calculando bien cada paso dado y sin dejar de mirarla a los ojos. Cuando finalmente estuvo ya delante de ella, extendio su brazo y tocando con sus delgados dedos la imagen refelejada en aquel espejo grande y viejo, le dijo sin titubeos: "Tienes razon, ya fue suficiente. Hasta hoy dejaré de permitir que otro golpe mas me toque, que otro insulto mas me lastime. A partir de este momento, yo Carmelita dejare de sentir miedo y me levantare y saldre de esta prision y nunca mas permitire que alguien mas me diga que debo hacer y adonde debo ir. Yo soy valiosa y tengo el poder de hacer de mi vida lo que mejor me convenga y podre salir adelante sola o acompañada. No necesito a nadie mas, porque a partir de hoy, yo sere mi mejor compañia."
Fue entonces como si el sol hubiese echo su entrada triunfal, de repente todo tenia sentido, y fue como un amanecer donde cada rayo iluminaba la que hasta apenas unos segundos atras habia sido una triste y oscura camara de cuatro paredes. ¡Resulto tan fácil que hasta ella misma se asombro!
Y no quiso esperar mas, tomo la vieja maleta que tenia guardada en su armario y en ella apenas si lleno la mitad con las pocas pertenencias que de algun modo eran suyas. Pero eso ya no importaba, porque tenia en su poder, la unica cosa de valor que a partir de ese instante la ayudaria y la acompañaria a donde decidiera que fuera: su dignidad. Y eso a fin de cuentas, puede decirse sin duda alguna, es lo unico que realmente vale.
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